10 dic 2010

Más expolios.....

  • Operación en Madrid, Sevilla, Córdoba, Jaén, Málaga, Granada y Valencia
  • Recuperadas miles de piezas esquilmadas, principalmente de la época romana
  • Además se han intervenidos más de 120 kilos de oro y plata y 900.000 euros
  • La red también participaba en un entramado dedicado al blanqueo de capitales
Ochenta y cinco personas han sido detenidas acusadas de expolio en yacimientos arqueológicos, estafa y tráfico ilícito de oro, en una operación desarrollada por la Policía Nacional y la Guardia Civil en la que además se han practicado 115 registros en las provincias de Madrid, Sevilla, Córdoba, Jaén, Málaga, Granada y Valencia.
Según ha informado la Policía a través de una nota, en esta actuación se han intervenido, entre otros efectos, más de 120 kilos de oro y plata, 900.000 euros en efectivo, maquinaria para fundición de metal, siete armas de fuego y se han bloqueado un centenar de cuentas bancarias.
La red dedicada al expolio operaba principalmente en Andalucía, si bien se desplazaban a otras comunidades autónomas para esquilmar yacimientos. El núcleo fundamental de la organización se encontraba asentado en las provincias de Jaén, Córdoba, Sevilla y Granada.
Los investigadores han recuperado miles de piezas de diferentes tipos y datas, principalmente de la época romana, procedentes de distintos yacimientos y se ha desmantelado un completo taller destinado a la restauración y falsificación de los bienes expoliados.
Entre las piezas se encuentran puntas de flecha, monedas romanas y medievales, fíbulas de origen romano, pendientes y hebillas visigodas, hachas de piedra pulimentada, estelas con inscripciones en árabe, columnarios o exvotos.
Una vez extraídas las piezas de los distintos yacimientos, los expoliadores de campo las entregaban a los encargados de su catalogación, limpieza y restauración, quienes asignaban un posible valor de venta, ofertándolas tanto en subastas privadas a través de Internet. También se llevaba a cabo la venta directa a coleccionistas que podrían ser considerados como clientes habituales.
Muchas de las obras que ofrecían a los compradores eran originales y conseguidas en excavaciones de los yacimientos arqueológicos que expoliaban. Sin embargo, en otras ocasiones se trataba de imitaciones, ya que disponían de falsificadores expertos que conseguían restaurar piezas sumamente deterioradas y darles apariencia de auténticas.
A través de una pieza original hacían una cantidad importante de copias con máquinas de alta precisión, envejeciéndolas mediante procesos químicos y físicos, con lo que lograban crear confusión en cualquier especialista en cuanto a la determinación de su autenticidad o falsedad.

Blanqueo de capitales

De forma paralela, en la operación se ha desarticulado un entramado dedicado al blanqueo de capitales por medio de la comercialización fraudulenta de metales preciosos (oro y plata).
La conexión del principal responsable en la comisión de delitos contra el patrimonio histórico con el comercio ilícito de oro, se produjo al constatarse la reiterada adquisición por su parte de joyas que le suministraba una familia de la localidad de La Carolina (Jaén), cuyo responsable era el cabeza de familia.
El oro adquirido por este clan familiar era vendido a un nivel superior en que se hallaba otro de los detenidos. Este controlaba, además, a diversos grupos de proveedores, joyeros y casas de compraventa de oro. Posteriormente, por medio de diversos individuos, lo vendía bien en forma de chatarra o laminado, sin reunir la pureza exigible, ni marca ni sello de contraste alguno.
Los investigadores han constatado numerosos movimientos de importantes cantidades de oro y dinero desde Andalucía a Madrid, que era transportado por tren o por carretera.
El grupo contaba con diversas sociedades, de las que algunos de los detenidos son administradores, además de constituir otras a cuyo frente figuraban testaferros con el objeto de diversificar la facturación y eludir la carga impositiva. Como norma general, las compras de oro se hacían en efectivo, para luego realizar facturas de la manera más conveniente y así eludir el pago de impuestos.
Posteriormente, el metal se fundía ilegalmente en fundiciones clandestinas y se confeccionaban facturas a la carta para conferir apariencia de legalidad a las operaciones de tráfico. El oro una vez fundido se enviaba a Alemania, Turquía, Italia y Suiza donde se refinaba, volviendo posteriormente a España para su introducción en el mercado legal.

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